¿Cuidás tus vínculos? ¿Sos amable con las personas con las que tratás? ¿Das una mano cuando la necesitan? ¿Sabías que numerosos estudios afirman, con contundencia, que buena parte de nuestra calidad de vida depende de que tan buena sea nuestra red de apoyo?

Parece que la calidad de nuestros vínculos influye y mucho en nuestra felicidad, a pesar de lo que dice tanta gente egoismóloga (como me gusta llamarla) que pregona a viva voz las virtudes de ocuparse solo de sí antes que del resto. Esto es falso: ocuparte del resto es igual de importante que ocuparte de vos. Esto requiere de un equilibrio y siempre encontrar el equilibrio es más complejo que ubicarse en algún extremo.

Días atrás veía, mientras mi madre enfrentaba una operación muy riesgosa de cáncer, la cantidad de personas que estaban interesadas en saber de ella y dispuestas a ayudarla. Aparecían manos por todos lados. Me conmovió mucho y me puse a reflexionar por qué ocurría eso. Mi hipótesis es que mi madre ha sido amable y ha dedicado una energía extra a cada interacción con otra persona y al cuidado de cada vínculo. Digo una energía extra porque detenerte a preguntarle a alguien, cuando te lo cruzás, cómo está y cómo está su familia, demanda más tiempo y energía que simplemente dar un saludo y seguir de largo. Digo energía extra porque sonreír cuesta más que no hacerlo, porque ocuparse de ir a comprar un regalo de cumpleaños o del evento que sea con dedicación, teniendo una vida llena de tareas y obligaciones, demanda más tiempo que excusarse por no haber tenido tiempo de comprar un regalo. Digo energía extra porque ofrecerle ayuda a otra persona cuando sabemos que necesita una mano para algo es mucho más costoso que no hacerlo. Y sabemos que hay dos cosas que a las personas nos suele faltar: tiempo y energía. Y como nos faltan, esto nos lleva a descuidar nuestras relaciones por no dedicarles el tiempo y la energía que necesitan.